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Wednesday, December 31, 2008

Trapped (Unconscious version)

Estaba en una casa. En el hall de entrada, para ser más exactos. No la reconocía como un lugar en el cual había estado anteriormente. Enfrente mío, había una puerta con vidrios y dos ventanas bastante grandes, una de cada lado de la puerta. El lugar era (o, mejor dicho, se sentía) enorme, pero mi visión sólo llegaba a abarcar lo que tenía adelante mío. Había gente alrededor mío, pero, más importantemente, una persona se encontraba al lado mío con la cual yo ya estaba aparentemente hablando. Esta persona, que no era ni es un extraño, estaba comiendo salchichas con chimichurri y salsa golf.
- Sos un mersa. - le decía yo, y enseguida me levantaba de mi asiento para acercarme a la puerta. Mí único pensamiento en ese momento era que tenía que salir de esa casa y volver a mi hogar.
Lograba abrir la puerta, y salía al jardín de entrada. Era hermoso, con mucho pasto verde, y un camino en el medio que llevaba a una calle. Al levantar la vista, me daba cuenta de que esa calle era la más familiar de todas: Reconquista al 100, entre J.D. Perón y Bartolomé Mitre. Pero enfrente de esta casa, no se divisaba ningún Banco Hipotecario ni Francés, sino otra casa, igualita a donde yo había estado hacía tan solo segundos, en apariencia. Pero, admirar esta casa fue cosa de unos segundos, ya que caía en la cuenta de que alguien me estaba esperando. Esta persona, tampoco extraña, me indicaba que para poder retornar a mi casa, lo único que tenía que hacer es tomar el colectivo de línea 41, que casualmente también se tomaría él, y estaría en una hora como máximo. Nos disponíamos a dar la vuelta por la calle Perón y doblábamos en 25 de Mayo, dónde se encontraba la parada. La persona con quien yo esperaba no emitía sonido, y yo me dedicaba a mirar los autos pasar y pensar que de no ser posible el retorno en colectivo, que un taxi me dejaría más que cómodamente.
Sin embargo, cuando mi enfoque volvía a la realidad, la persona que estaba conmigo había desaparecido. Con él, se habían desvanecido la parada del colectivo, la gente en la calle (pues había otras tantas personas), y todos los vehículos, incluyendo los taxis. El cielo estaba repentinamente nublado y una lluvia torrencial caía desde las grises nubes. Mi primer pensamiento era que, con esa lluvia, jamás iba a conseguir un taxi vacío, por lo que me daba vuelta y retornaba a la casa de donde había salido originalmente. Entraba nuevamente, no sin antes mirar las zanjas que se estaban formando en las calles y los caminos cercanos. Decidía esperar a que termine de llover para poder intentar partir nuevamente.
Una vez (más) adentro, podía ver claramente que, dentro de esta casa tan grande, había una fiesta. Pero no era cualquier fiesta: los únicos invitados eran aquellos que trabajaban para cierta empresa donde yo mismo trabajaba (y sigo trabajando actualmente). Ninguno de todos estos empleados estaba ausente a la reunión, y todos convivían en ella con una aparente felicidad y satisfacción. Pero para mí, el sentimiento no era el mismo. Entrar en esta fiesta era abrumador, y cada segundo que pasaba, eran cada vez más urgentes mis ganas de salir de ella. Sin embargo, me disponía a distraerme, dado que no tenía remedio más que quedarme hasta que cesase la lluvia. Tres mujeres, tampoco extrañas, proponían una conversación vacía e interesante para la ocasión. Pero, a pesar de la necesidad de pasar el rato, me resultaba imposible escapar la realidad, y mi conversación derivaba a:
- Tengo que salir de esta fiesta. Tengo que salir de este lugar, cuanto antes.
Una de las mujeres sonreía irónicamente, sin decir palabra, pero expresando con la mirada que yo no era el primero en tener tal deseo, ni sería el último.
La segunda mujer, ya algo entrada en años, pero jamás perdiendo su compostura, dignidad y elegancia, me miraba fijamente, tampoco espetando ni una sílaba, muy al contrario de su actuar habitual.
La tercera y última mujer, notoriamente embarazada, no iba a callarse la boca. Nunca lo hizo y nunca lo hará. En tono determinante pero angustiado, inquirió:
- Pero, si vos te vas... qué va a ser de nosotros?
Yo no tenía la respuesta a su pregunta, ni a ninguna de las preguntas consecuentes que ella seguramente tendría. Mi única respuesta era:
- No sé. Pero no puedo quedarme a averiguarlo. Yo tengo que salir de este lugar.
Al pronunciar estas palabras, casi como por arte de magia, la lluvia había finalizado. Me daba vuelta e intentaba girar la manija de la puerta. Cerrada. Seguía intentando. Seguía cerrada. Cuanto más intentaba, una voz en mi cabeza se volvía cada vez más fuerte: cerrada. Cerrada. Cerrada!
No me iba a rendir. Si la puerta estaba cerrada, entonces iba a intentar las ventanas. Pero, nuevamente, el marco era inamovible en ambas. Estaba encerrado. Las lágrimas empezaban a salir de mis ojos y correr por mis mejillas. Eran lágrimas de tristeza, lágrimas de ira, lágrimas de desesperación.
Las tres mujeres observaban la escena sin inmutarse. Secándome las lágrimas, me disponía a pedirles ayuda, pero casi repentinamente, aparecía un hombre. Este hombre, siendo una figura importante en esta empresa y a quién yo reportaba (y aún reporto), estaba decidido a animar la fiesta, y se acercaba a nosotros cuatro sosteniendo algo irreconocible en sus manos. Sin embargo, no era ningún extraño a la situación, ya que su introducción, en tono convincente y alegre, era:
- ¡No te vayas! ¿Por qué habrías de querer irte de acá? Si te quedás, te podemos ofrecer...¡esto!
Y me mostraba un caja de aluminio que contenía golosinas en su interior, la cual sostenía con una mano. En la otra mano, sujetaba un pote con un líquido blanco y aparentemente viscoso en su interior.
- No, te agradezco - era mi respuesta - Me gustaría salir.
- ¡Pero daleeeeeee! Probá uno de estos, te van a encantar y te vas a querer quedar, vas a ver.
- No. ¡Te dije que no me interesan estas estupideces! ¡Todo lo que me importa en este momento es salir de este lugar, de esta fiesta, de esta casa! Necesito salir de acá, no puedo respirar, y...
Pero mi llanto se veía interrumpido por el movimiento repentino de la primer mujer, la de la sonrisa irónica. Metía la mano en la caja de aluminio, agarraba un chupetín en forma de pie, y lo mojaba en el líquido blanco, para luego meterselo en la boca y saborearlo.
Y en ese instante, todo comenzaba a dar vueltas. También empezaba a sentir náuseas. Las lágrimas caían y caían, mi llanto no paraba. La habitación se hacía cada vez más y más pequeña y sus paredes me encerraban, junto con las miles de personas que no eran extrañas, ellos y sus caras, todos felices porque no tenían otra opción más que serlo. No podía respirar, la luz se desvanecía rápidamente...

Y desperté.




Me tomó 5 minutos revivir el sueño, otros 5 minutos entenderlo y 2 minutos extra para tomar la decisión que tomé en el día de hoy. Y lo tuve en cuenta todo. Desde los aros de fuego que tendré que atravesar hasta las satisfacción que me causaría atravesarlos.

Me tomó toda la tarde contar esta historia a algunas de las personas más cercanas que tengo en ese lugar, entre ellas, la segunda mujer que nombré en el relato. Todas estas personas estuvieron de acuerdo conmigo en el momento en que les conté mi conclusión.

Tuesday, February 26, 2008

Second chance my ass. I deserve this more than anyone else. I earned it.

Friday, January 25, 2008

Esto es el colmo

Y anoche, soñé que estaba con mi mamá y mi hermana en una especie de edificio enorme, pero ibamos en el auto. El edificio tenía escaleras, ascensores comunes, y ascensores para discapacitados.
Según recuerdo, teníamos que llegar a una habitación central del lugar, que era donde estaba la central eléctrica del edificio, o una fuente muy importante que daba electricidad al edificio. No era inaccesible, solamente había que tomar una de las tres previas vías. Al principio, creo que ibamos en el auto, pero de repente, ese auto se transformaba en una silla de ruedas para mi madre (?), y ella nos decía que teníamos que tomar el ascensor para discapacitados. Si bien el ascensor era lo más precario que uno podría imaginarse (una plataforma, dividida en 3, unida por un palo de metal de donde agarrarse, y el agujero en el techo por donde pasaría) a mi me parecía de lo más "pro". Mi mamá nos explicaba a mi y a mi hermana como sentarnos (como una silla común, nada más que una vez que el ascensor suba, los pies iban a quedar colgando, excepto ella que solamente posicionaba su silla de ruedas en la plataforma y listo... divino).
Una vez que nos posicionabamos, mi madre presionaba el botón 4 (creo), y el pequeño ascensor arrancaba. El area del ascensor se expandía importantemente una vez que pasaba el primer agujero para pasar al primer piso, y nos dabamos cuenta de que los pisos eran MUY altos. El ascensor iba lento pero se movía MUCHO. A mí me daba vértigo, y entonces mi mamá nos instruía en como sujetarnos del palo de metal del medio. El problema era que sólo entraban 2 manos, y eramos 3 personas. Entonces, nos agarrábamos los 3 de las manos para mantener el balance.
Pero el verdadero problema surgía cuando llegabamos al techo del segundo piso. Mi hermana decía "pero mamá, esos son tus acordes" (?), y mi mamá y yo mirábamos al techo y nos dabamos cuenta de que el agujero por donde tenía que pasar el ascensor no estaba a la misma altura del ascensor... es decir, nos ibamos a chocar con el techo en cualquier momento. Acto seguido, nos mirabamos las caras y yo decía "al final no fue tan largo el viaje" y empezaba a gritar "SOCORRO!" con todas mis fuerzas. El problema era que NO SALÍA NINGÚN SONIDO DE MI BOCA. De alguna manera extraña, el palo del ascensor chocaba primero contra el techo, hacía que el ascensor se desbalanciara, y caíamos.
Y caíamos. Y yo intentaba gritar, pero no podía.
Y caía.
Y caía.
Hasta que de repente, algo me sujetaba. No sé que era, era como que me había atascado en algo. Y ahí salía mi voz, y ahí podía gritar SOCORROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO a todo pulmón.
Pero demasiado tarde. En el momento en que terminaba de gritarlo, volvía a caer unos metros más, y todo se volvía oscuro.

Creo que me estoy volviendo agorafóbico.

Anoche soñé que estaba cenando en Mcdonald's con mi papá, y venía un chico como a tomarnos el pedido a la mesa, y luego de tomarnos el pedido, como que me tocaba la cabeza. Creo que lo que estaba tratando de hacer es sentir las entradas, y me decía que "todavía estaba bien", pero que le avise si necesitaba su ayuda. Y ahí, I flipped. Le decía que le iba a pedir ayuda o algo así, pero que nunca más me volviera a tocar sin mi permiso. Esto le parecía gracioso a este chico, y como que amenazaba con acercarse, y yo le gritaba que me deje en paz. Pero cuanto más gritaba, otras personas venían, y se acercaban, y querían tocarme (no en una manera sexual, sino abrazarme o algo así, no sé bien que era, o simplemente tenían el brazo estirado) y yo me ponía histérico y gritaba "dejenme en paz, alejensé de mí!", desesperado porque no me hacían caso y tenía que escaparme de ellos. A todo esto, mi papá seguía atrás mío, gritandoles para que me dejen en paz, pero como que no podía hacer más que eso.

Y, lo peor, es que creo que esto va en serio. No es un simple sueño, cada día me siento más antisocial y alejado de la gente, y no quiero salir, y como que tengo fobia a los lugares con tumultos de gente y que la gente me toque o me abrace, o me pongo muy nervioso cuando tengo que ir a un lugar donde sé que va a haber mucha gente. Realmente quiero que me dejen en paz... me estoy empezando a asustar.

Me parece que debería volver a terapia.

Thursday, January 3, 2008

Volví

(Feliz año nuevo!)

Y con sueños extraños nomás...

Ayer soñé que Facundo Arana vivía en el mismo edificio que yo pero como tenía una vida tan ocupada por la fama, no tenía ni tele ni DVD player, ni tiempo para comprarse uno. Y yo le quería prestar una película (no me acuerdo cual ahora).

Y hoy soñé que conocía a alguien que tenía una remera negra y naranja a rayas, con una inscripción en la espalda que decía "We'll all end up as clockwork oranges" o algo así.