Thursday, May 29, 2008

No podía respirar

Fue una combinación de muchas cosas, de todo.
Fue el ambiente en sí, los alrededores, el clima nublado, la muerte que rodeaba el lugar.
Fue la gente, el llanto, la tristeza, la compañía, el amor.
Fueron mis manos, frías, pero firmes al agarrar la manija a los costados del ataúd, cuya forma y detalles eran reales.
Fue la inclinación de la escalera, pasar por la puerta, las cosas pegadas en la pared, las cruces, las palabras habladas.
Fue una premonición al futuro, haciéndome dar cuenta de que algún día, serían mis propios padres adentro de ese cajón.
Fue el volumen del silencio. ¿Por qué no te estás quejando? Si seguro no estás cómoda ahí adentro, si seguro te moviste involutariamente, si seguro te golpeaste. Siempre te quejabas de todo, por qué no lo hacés ahora?
Fue el ruido de las dudas. ¿Cómo es posible que no estés más? ¿Cómo estabas ahí antes, y ahora no, y no queda más que restos? ¿Dé qué me sirve ahora estar enojado, si ya no hay nada contra qué estarlo? ¿Fue irte tu decisión, o fue algo más allá de vos?

No podía respirar. Aunque mi madre intentó retenerme, tuve que salir rápidamente a donde había aire. Pero el aire estaba muerto y era todo lo mismo, y no lo podía evitar.
Y lloré. Lloré por todo esto, y por más. Lloré porque de alguna manera, tenía que deshacerme de ese odio que sentía, ahora tan inútil. Lloré porque te quise, y sé que vos me quisiste, y nunca nos lo pudimos demostrar. Lloré porque se había terminado, porque no hay vuelta atrás, y ya no hay nada para cambiar. Lloré porque la muerte me miró a la cara y me di cuenta de que es invencible.
Lloré hasta que la tristeza se fue de mi lado, y dejo alivio en su lugar. Finalmente, había podido despedirme, y había entendido la verdad.

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